La búsqueda de la tierra
prometida no dio finalmente sus frutos, no llegamos al famoso
"Delfos", por lo menos a efectos de resultados y en esta trayectoria en
la cabeza se han agolpado ideas de qué estás haciendo mal, qué se puede
cambiar, por qué no hay ayudas de dónde tienen que venir, por qué se ponen
zancadillas sin razón, en fin, tantas y tantas cosas de las que se extraen
enseñanzas que sirven para luchar más por tus ideas , porque ¿qué es la vida si
no eres capaz de aferrarte a lo que crees?
Creer, siempre creer, pero no
desde una perspectiva de encerrarte en ti mismo, sino confiando en la ayuda, en
la que proviene de tu gente, en los que
sabes que están contigo porque los que no van a estar te lo han estado
demostrando semana a semana con su pasotismo, los que están ahí a cada derrota
y al siguiente entreno están apoyándote, diciendo que es lo que está mal, lo
que ellos cambiarían, gente en la que puedes confiar a muerte porque ellos
también lo hacen contigo, Jesús Gómez y Marco Ruiz han sido la viva imagen de
ello y mi eterno agradecimiento para ellos, de los que están en el lado contrario
no merecen ni ser nombrados ni recordados.
La imagen dada por cada una de
las jugadoras del equipo ha sido intachable, han demostrado lo que es estar
dentro de un club, hechos como la ayuda a sus compañeras del Nacional con
mención especial a Salua o la práctica totalidad de asistencia a los eventos
que se les ha requerido como es la entrega de los premios Vivimos el
Baloncesto, o el compromiso en saber estar, en uniformidad, en disciplina, en
resumidas cuentas, entender que un equipo no es lo más importante sino que es
el club el que está por encima, esa es mi idea, desconozco si todos pensamos igual.
No quiero terminar sin recordar a
las jugadoras del Junior B su disponibilidad a la ayuda, en una época que no
les tocaba porque debían ser otras las llamadas a ocupar su puesto, no dudaron
ni un momento en entender que es formar parte de un club y doblaron entrenos,
partidos y lo que hiciera falta, nuevamente un ejemplo para mí, Ángela, Loreto,
Andrea y Elena, habéis sido cuatro más en esta plantilla, con sus escasos
éxitos y con el fracaso que asume el entrenador pero siempre con el orgullo de
que hemos sido fieles.
Nada más, mi etapa como
entrenador en Distrito Olímpico terminó, con muchas cosas buenas y recuerdos
imborrables durante estos 11 años pero también con sabores amargos cifrados en momentos
de indiferencia, aún
así, orgulloso de haber dado todo lo que he podido como entrenador para este
club que tanto y tanto ha crecido.
No quiero despedirme sin poneros
el regalo que me hicieron mis jugadoras en el día de hoy, con mucho más
simbolismo que el que os podáis imaginar, para mí la muestra de lo que fuimos,
a pesar de no llegar a Delfos, un EQUIPO.